Hace unos días, mientras estábamos
comiendo, mi hermano derramó su vaso de agua de papaya en la mesa y, en vez de secar
el desastre completamente, sólo dejó el trapo sobre el agua para que
“absorbiera” mientras terminaba de comer, ahora que lo cuento me causa risa,
pero cuando pasó no sé qué demonio me poseyó que me enojé y le reclamé porqué
no terminaba de secarlo correctamente, a lo que en respuesta él reaccionó igual
o más molesto, es decir, cómo era posible que en una tranquila comida se
caldearan los ánimos por un simple accidente.
Este episodio me parece propicio para
abrir el artículo de esta semana ya que hablaré precisamente sobre la
reactividad, cuando las acciones o comentarios de otras personas nos afectan,
nos molestan, nos incomodan y lo expresamos con desagrado se dice que
reaccionamos, que somos reactivos. Esta actitud que para algunas personas es
normal con frases como ¡Yo no me dejo de nadie! ¡Si me pegas te la regreso!
¡Soy de carácter fuerte!, no hacen más que formarnos una personalidad
desagradable, “de pocos amigos” o “de mecha corta”, que indudablemente nos
provoca llevar una vida estresante, malhumorados y a la larga con problemas de
salud, desde un dolor de cabeza hasta que, Dios no lo quiera, un problema en la
vesícula biliar.
En el libro “Cómo ganar amigos e
influir sobre las personas” del autor Dale Carnegie existe un capítulo que se
llama -Si quieres recoger miel, no des de puntapies a la colmena- y habla sobre
el cuidado que debemos de tener al confrontar a las personas, básicamente este
escritor nos dice que debemos evitar criticar destructivamente a los demás,
atacarlos o echarles la culpa descaradamente, porque eso nada más conlleva a
que se pongan a la defensiva, más que nada porque dañamos su integridad, lo más
valioso que tiene un hombre o una mujer es su autoconcepto, si criticamos algo
de ellos estamos atacando lo que más estiman, su propio valor como seres
humanos. Es por eso que mi hermano reaccionó de esa manera, él no podía
entender que por un simple accidente yo
lo hiciera sentir mal (si estás leyendo esto discúlpame por eso).
Lo anterior no significa que no
podamos criticar constructivamente o hacer un comentario asertivo cuando las situaciones
realmente lo ameritan. Lo que me interesa exponer es que no debemos reaccionar
negativamente ante sucesos que no lo merecen, ¿Estuvo mal que yo me enojara con
mi hermano por derramar un vaso?, si, estuvo mal, ¿Estuvo bien que él
reaccionara, levantara la voz y se pusiera al mismo nivel de energúmeno que el
mío?, no, no estuvo bien, porque si él supiera manejar sus reacciones entonces
sin ningún aspaviento me hubiera simplemente ignorado o lo hubiera tomado con
humor, aquí el problema se da porque ambos caímos en las provocaciones y eso se
volvió un círculo vicioso.
Como lo veo, para empezar a trabajar en
abolir nuestro problema de reactividad lo primero es preguntarse, ¿Cómo
reacciono yo ante las críticas e incluso a los insultos o burlas de los demás? ¿Porqué
dejo que me influyan los comentarios que precisamente buscan socavarme?, si
dejo que me afecten les estoy dando poder a esas personas para que me sigan
haciendo daño, si ellos ven que es un punto débil entonces con más razón se aferran
a el. Hay que demostrarles a los demás que no tienen poder sobre nosotros, que
sus críticas o comentarios malintencionados no nos hacen merma y, ¿Cómo se
logra esto?, pues existen varias formas, entre ellas:
1.- Dándoles la razón, no importa que no la tengan. Si les damos la razón a sus críticas
los desarmamos, ya que si buscaban confrontarte y hacerte rabiar no lo logran
pues como desde el principio les has dado la razón pues ya no tienen con qué
seguir atacándote. Las críticas se toman dependiendo de quiénes vengan.
2.- Poner la otra mejilla o simplemente ignorarlos. Desde el comienzo ¿Para qué desgastarnos?
¿Qué sentido tiene?, para que haya confrontación, pelea o conflicto son
necesarias, por lo menos, dos personas. ¿Te imaginas la cantidad de peleas sin sentido
que ya te hubieras ahorrado si simplemente no les hubieras seguido la corriente
a esas personas? Sencillamente no vale la pena discutir con gente necia.
3.- Responder con sentido del humor. Esta es mi manera favorita. Imagina que una chica te
dice “Jamás en la vida saldría contigo” a lo que tú respondes “Que bueno porque
a mí me gustan gordas y feas”. Si alguien con una acción o comentario quiere
hacerte sentir mal la mejor forma de desarmarlo y quitarle poder es responder con
sentido del humor, es una reacción totalmente opuesta a la que quieren
provocarte. Dar la razón e ignorar funciona y cualquiera lo puede hacer, pero,
responder a las provocaciones con sentido del humor es propio de personas muy inteligentes,
maduras y líderes.
Enojarse no resuelve nada, si nos
enojamos no pensamos claramente, no razonamos, si nos dejamos llevar por la
provocación damos un pésima imagen, mostramos lo peor de nosotros.
Por último quisiera invitarlos a que
también pongamos atención y cuidado a nuestros comentarios y acciones, si no
nos gusta que nos hagan rabiar, no hagamos rabiar a los demás. Y recuerden, el
que se enoja, pierde.