“Haz
como si lo fueras, hasta que lo seas” es una de las frases típicas que he
leído en manuales y foros de seducción y va dirigida principalmente a los que
nos estamos iniciando en la misión de ser mejores seres humanos cada día, en
todos los aspectos de nuestra vida, no sólo en la seducción, pero, para no
darle tantas vueltas al asunto, menciono esta frase para continuar con la
temática de lenguaje corporal que empecé la semana pasada.
El “Haz como si lo fueras, hasta que lo seas” es realmente útil para lo
que se refiere a lenguaje corporal. Está comprobado, científicamente, que el
estado de ánimo se ve reflejado en la postura y gestos del cuerpo pero, lo más
curioso, es que este efecto también funciona de forma inversa, es decir, que si
conscientemente modifico mi postura y mis gestos puedo lograr que mi estado de
ánimo también se modifique. Para esto un ejemplo sencillo, cuando estamos
tristes o algo enojados, y alguien con el fin de animarnos nos dice en tono
agradable “A ver, regálame una sonrisita” o algo como “Hasta enojada/o te ves
bonita/lindo”, se trata de frases que irremediablemente nos harán sonreír y, al
hacerlo, de forma automática nos empezamos a sentir mejor.
El poder de aprender a controlar el
lenguaje corporal significa un cambio
sustancial en nuestras vidas. ¿Por qué algunas personas nos parecen más seguras
de sí mismas? ¿Por qué ese chico parece tan atractivo a las mujeres cuando físicamente
no tiene nada fuera de lo común? ¿Por qué ciertas personas nos parecen líderes
con su sola presencia?, la respuesta claramente se encuentra en el lenguaje
corporal. El primer paso para aprender esta disciplina es ser conscientes de lo
que estamos proyectando, cuáles son las fallas y los aciertos que tenemos en
nuestra postura, movimientos, forma de sentarse y al estar de pie, al saludar a
los demás, en la mirada. Por tal motivo a continuación presento los puntos en
los que debemos poner más atención si queremos proyectar una imagen de liderazgo,
confianza y seguridad.
1.- Espalda erguida, cabeza levantada y hombros relajados. Cuántas veces nuestra mamá o algunos profesores
nos decían “párate derecho”. El estar encorvado no sólo afecta la salud de la
columna, también proyecta una imagen de timidez, inseguridad y sumisión, por lo
cual empecemos erguiendo la espalda, levantado la cabeza, que la barbilla se mantenga
perpendicular al suelo, como si cuello y barbilla hicieran un ángulo de 90°, y
los hombros relajados, si relajamos los hombros automáticamente se relaja el cuerpo
y la mente, una actitud relajada es sinónimo de que todo está bajo control.
Cuidemos la postura al estar sólo de pie o al caminar, igual cuando estemos
sentados, la cabeza que no parezca robotizada, relajada pero sin agacharla
demasiado.
2.- Sonrisa.
Dicen que si hoy quieres ser una persona rara sonríele a todo mundo, demuéstrales
que no eres un amargado. Es increíble el efecto “espejo” que tiene este gesto, ¿Te
ha pasado que llegas muy sonriente con el cajero quien está todo serio y al ver
tu sonrisa se la contagias?, la persona que sonríe es como un sol, brillante,
es una fuente de buena vibra, nunca subestimemos el poder de la sonrisa, es
fundamental para la primera impresión, es contagiosa y no cuesta nada. Recuerda
que una sonrisa auténtica es en la que se cierran ligeramente los ojos, incluso
se hacen arrugas al lado de los mismos y en la que se muestran los dientes.
3.- Mirada. Los
ojos lo dicen casi todo. Aprender a mirar a los ojos de los demás es una de las
habilidades de lenguaje corporal más complicadas de aprender y por lo tanto de
las más poderosas. Con una mirada se puede demostrar dominio, se puede seducir
y persuadir, el saber mantenerle la mirada a lo demás es la mejor forma de
demostrarles de qué estamos hechos, si no podemos mantener la mirada suficiente
tiempo damos a entender que somos inseguros y sumisos, si la mantenemos más
tiempo del debido pueden pensar que tratamos de intimidarlos, e incluso puede
ser tomado como una agresión, por eso al mirar a los demás debe existir un equilibrio,
en mi caso acostumbro mirar a los ojos a las personas cuando me hablan, cuando
hablo yo soy más flexible y la desvió con más regularidad.
4.- Brazos, manos y piernas. Para controlar las extremidades es cuestión de tomar
consciencia de lo que hacemos con ellas. Por lo regular cuando estamos
nerviosos o impacientes inconscientemente empezamos a jugar con los objetos que
tenemos a la mano, a dar golpecitos en la mesa, a tambalear una de las piernas,
tenemos también la manía de llevar las manos a la cara todo el tiempo (me
declaro culpable), cualquier movimiento de este tipo que mostremos, casi
siempre de forma inconsciente, es señal de nerviosismo. Al hablar si es
importante saber mover la manos y los brazos, esto con la intención de darle
certeza y seguridad a nuestras palabras, si hablamos pero no movemos las manos
para expresarnos se da un mensaje frio y sin emociones.
Aún existe un gran número de detalles
que debemos cuidar y de hecho aún se puede profundizar en cada uno de estos
cuatro aspectos, la idea por el momento es comenzar a tomar consciencia de nuestro
lenguaje corporal y a su vez empezar a dar otra imagen a los demás, practíquenlos
y me cuentan qué tal les fue, al principio cuesta trabajo, pero con la práctica
se va mecanizando.
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